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La obra de Gustav Meyrink

El Rostro Verde (12). Gustav Meyrink. 1916. Capítulo XI

Las semanas pasaron y Eva seguía sin aparecer. El barón Pfeill y Sephardi se enteraron de la noticia a través de Hauberrisser, y pusieron en marcha todo lo imaginable para dar con la desaparecida. Fijaron anuncios en todos las calles con sus señas personales y el caso no tardó en transformarse en el tema de conversación predilecto de todo Amsterdam.

La casa de Hauberrisser se vio asediada por un vaivén contínuo, la gente se apiñaba ante la puerta, entraban uno tras otro pretendiendo haber encontrado algún objeto perteneciente a Eva. Se ofrecía una fuerte recompensa a quien trajese alguna información sobre su paradero.

Se extendieron diversos rumores según los cuales había sido vista en tal o cual sitio; se recibieron cartas anónimas pobladas de alusiones oscuras, misteriosas, acusando a personas inocentes de haber raptado a la joven y de tenerla retenida, cartas escritas por locos y por malintencionados; las echadoras de naipes surgieron por docenas, igual que los "videntes" que presumían de facultades que no poseían. El alma colectiva de la población, que hasta ahora le había parecido inofensiva, revelaba sus más bajos instintos: la codicia, la maledicencia, la jactancia, las pérfidas calumnias. Algunas descripciones llevaban tal sello de veracidad que a menudo Hauberrisser recorría la ciudad, acompañado por un policía, para entrar en pisos ajenos en los que, según las declaraciones, se hallaba presa Eva.

La esperanza y la decepción jugaban con él como una pelota. De pronto no quedó ni una calle, vía o plaza, donde no hubiera registrado una o más casas, yendo siempre tras pistas falsas. Era como si la ciudad se vengara así de su anterior indiferencia. Swammerdam venía todas las mañanas a verlo. Esta visita constituía para él un consuelo en medio de tanta tristeza. A pesar de llegar siempre con las manos vacías, de que su única respuesta a la pregunta habitual era un simple movimiento de cabeza, su expresión de inquebrantable serenidad le transmitía una vez más la fuerza necesaria para afrontar los obstáculos. No volvieron a hablar del manuscrito, pero Hauberrisser intuía que éste era el verdadero objetivo del viejo coleccionista. Una mañana, Swammerdam no pudo contenerse más.

—¿Todavía no ha comprendido que una hornada de pensamientos ajenos y hostiles está asaltándole para quitarle la razón? —preguntó, apartando la vista—. Si fueran avispas furiosas las que lo atacaran, enseguida sabría de qué se trata. ¿Por qué no hace frente a este enjambre de moscas del destino como si fueran avispas? —Swammerdam se interrumpió bruscamente y se fue de la habitación.

Un poco avergonzado, Hauberrisser reaccionó. Redactó una nota en la que decía que estaba de viaje y que todas las informaciones referentes a Eva van Druysen debían comunicarse directamente a la policía de ahora en adelante. Mandó al ama de llaves que la pegara en la puerta.

Pese a eso no consiguió calmarse. Por lo menos diez veces por hora sentía deseos de bajar y arrancar la nota. Cogió el rollo y se forzó a leerlo, pero sus pensamientos se perdían en la búsqueda de Eva tras de cada línea. Cada vez que fijaba su atención en el papel se decía a sí mismo que era una idiotez estudiar unas cuestiones tan puramente teóricas, tan desconectadas de la realidad, en un momento en el que cada minuto debía dedicarse a la acción.

Estaba dispuesto a encerrar el cuaderno en el escritorio cuando sintió muy claramente que se hallaba dominado por una fuerza pérfida e invisible. Se detuvo un instante para reflexionar, pero más que reflexionar, lo que hizo fue escuchar.

—¿Qué fuerza extraña e inquietante es ésta —se interrogó a sí mismo—que suplanta a mi propio Yo y me obliga a hacer lo contrario de lo que había decidido un minuto antes?. ¿Quiero leer y no voy a poder?.

Hojeó nuevamente el libro, y cada vez que le surgía una dificultad volvía a asaltarlo el mismo pensamiento insistente: «Déjalo ya, no vas a encontrar el principio. Es un trabajo inútil». Puso en guardia a su voluntad para no permitirle entrar. Su vieja costumbre de autoobservarse exigía una vez más sus derechos.

—¡Si por lo menos pudiera hallar el principio! —gimió dentro de él una voz engañosa e hipócrita mientras pasaba las hojas mecánicamente. El texto mismo le dio entonces la respuesta.

«Es el principio —leyó en un párrafo al azar, sorprendido de tropezarse justo con esta palabra— que le falta al hombre. No es que sea difícil encontrarlo, el obstáculo consiste en la idea obsesiva de tener que buscarlo.

»La vida es misericordiosa, nos regala un comienzo en cada instante. A cada segundo, nos es planteada la cuestión: ¿quién soy yo?. Pero no somos nosotros quienes la planteamos, por eso no encontramos el principio.

»Cuando nos la planteemos seriamente, habrá llegado el día en cuyo crepúsculo morirán aquellos pensamientos parásitos que se habían introducido en la fiesta de nuestra alma, para asistir al banquete.

»El arrecife de coral que ha ido construyendo a lo largo de milenios y al que llamamos "nuestro cuerpo" es su obra, su nido, su refugio. Para hacernos al mar, primero tenemos que abrir una brecha en el arrecife de cal y arcilla, y luego tenemos que disolverlo para que vuelva a su estado espiritual original. Más tarde te enseñaré cómo construir una casa nueva con las ruinas de este arrecife».

Hauberrisser depositó el rollo sobre la mesa para meditar un poco. Poco le importaba ya que la página fuera un borrón o una copia de una carta que al autor dirigía a un desconocido, la segunda persona empleada en el texto había conseguido capturarlo, hacerle creer que él era el único destinatario. Decidió interpretar el manuscrito en este sentido de ahora en adelante. Reparó especialmente en una cosa: el escrito, a veces, se parecía a un discurso tal como hubieran podido pronunciarlo Pfeill, Sephardi o Swammerdam. Ahora comprendía que los tres estaban impregnados del mismo espíritu que emanaba de la agenda enrollada, los tres se habían convertido en una especie de dobles para lograr que el pequeño señor
Hauberrisser, actualmente tan desamparado y tan hastiado del mundo, se transformara en un ser realizado.

«Ahora escucha lo que tengo que decirte: ¡Ármate para los tiempos venideros!.

»Pronto el reloj del universo dará las doce, la cifra es roja y está bañada de sangre. Por este signo la reconocerás. La primera hora nueva será precedida por un huracán. Vela para que no te sorprenda dormido, porque los que entren en el nuevo día con los ojos cerrados seguirán siendo las mismas bestias de antes y ya nunca se despertarán. Existe un equinoccio espiritual. La primera hora nueva de la que te he hablado es un punto de inversión a partir del cual la luz se coloca en equilibrio con la oscuridad.

»Durante otro milenio más, los hombres aprendieron a dominar la naturaleza y a descifrar sus leyes. Bienaventurados aquellos que comprendieron el sentido de tal trabajo, los que captaron que la ley interior es igual a la exterior, pero una octava más alta. Estos son los llamados a la cosecha, los demás son siervos que labran la tierra con la vista inclinada.

»Desde el diluvio está oxidada la llave que abre nuestra naturaleza interior. La clave es estar despierto, estar despierto lo es todo. De nada está más convencido el hombre que de estar despierto. Pero en realidad se halla preso en una red de ensueños que él mismo ha tejido. Cuanto más apretada esté la red, más sólido será el reino del sueño. Los que se enredan en ella duermen, andan por la vida como manadas hacia el matadero, apáticos, indiferentes, sin pensar.

»Los soñadores de entre ellos no ven sino a través de las mallas un mundo enrejado, no ven sino porciones engañosas, no saben que se trata de fragmentos desprovistos de sentido de un todo gigantesco, y guían su conducta por ellos. Tales soñadores no son los poetas ni las personas fantásticas, como podrías creer. Son los hacendosos, los laboriosos, los incansables de este mundo, los roídos por la rabia de actuar. Se parecen a feos escarabajos afanándose por escalar un tubo liso, escalarlo y volverse a caer una vez arriba.

»Se imaginan que están despiertos, pero lo que creen vivir no es en realidad más que un sueño predeterminado hasta en el menor detalle y en el que la voluntad no tiene ninguna influencia. Ha habido y hay algunas personas conscientes de que sueñan, son pioneros aproximándose al baluarte. Detrás de ellos se esconde un Yo eternamente despierto, videntes como Goethe, Schopenhauer y Kant, pero carecían de las armas imprescindibles para tomar al asalto la fortaleza y su llamada a la lucha no despertó a los dormidos.

»Estar despierto lo es todo.

»El primer paso es tan sencillo que está al alcance de cualquier niño. El que no sabe cómo se anda no quiere renunciar a las muletas heredadas de sus antepasados. Estar despierto lo es todo.

»Está despierto en todo lo que hagas. No creas que ya lo estás. No, estás durmiendo y soñando.

»Junta todas tus fuerzas y, durante un momento, oblígate a sentir cómo recorre tu cuerpo esta sensación: ¡ahora estoy despierto!. Si consigues experimentar esa sensación reconocerás inmediatamente que tu anterior estado era como el de un sonámbulo, como el de un drogado.

»Es el primer paso todavía vacilante de un largo, largo viaje desde la servidumbre hacia la omnipotencia. Avanza así, de despertar en despertar.

»No hay un sólo pensamiento torturador que no pueda vencerse de esta manera. Lo dejas en el camino y ya no podrá alcanzarte, te elevarás sobre él como la copa del árbol se eleva por encima de las ramas secas.

»Una vez que hayas logrado extender el estado de vigilia a tu cuerpo, los dolores cesarán por sí mismos como hojas marchitas. Los baños por inmersión en agua helada de los judíos y los brahmanes, las vigilias nocturnas de los discípulos budistas y los ascetas cristianos, los suplicios a que se someten los faquires de la India, no son más que ritos externos petrificados, vestigios de un esfuerzo prehistórico por despertar y permanecer despierto. Lee los libros sagrados de todos los pueblos de la Tierra. La enseñanza secreta acerca del estado de vigilia los recorre en su totalidad como un hilo rojo. Es la escalera del cielo de Jacob, que luchó durante toda la noche con el ángel del Señor, hasta que el "día" le trajo la victoria. Debes subir de escalón en escalón, de luz en luz, si deseas vencer a la muerte; las armas de la muerte son el sueño y el aturdimiento. El escalón inferior de la escalera de Jacob se llama "genio". ¿Con qué palabras podríamos designar los escalones superiores?. La masa los desconoce y los considera como leyendas. La historia de Troya también fue considerada una leyenda durante siglos, hasta que alguien tuvo el coraje de comprobarla realizando excavaciones.

»En el camino del despertar, tu primer enemigo será tu propio cuerpo. Luchará contra tí hasta el primer canto del gallo. Pero si llegas a ver amanecer el día de la eterna vigilia, te distinguirás de todos esos sonámbulos que se creen seres humanos y son en realidad dioses dormidos; entonces el sueño se alejará para siempre de tu cuerpo y serás dueño del universo.

»Serás capaz de obrar milagros si lo deseas, y ya no tendrás que esperar humildemente que a algún falso dios le plazca obsequiarte… o cortarte la cabeza.

»Una felicidad habrá desaparecido para tí: la felicidad del perro fiel, siempre contento de reconocer la superioridad de un amo al que puede servir. Pregúntate: ¿cambiarías, incluso en tu estado actual, tu vida por la de tu perro?.

»¡Que no te espante el temor de no alcanzar la meta en esta vida!. El que pisa una vez nuestro camino, siempre volverá al mundo con una madurez interna suficiente para continuar su trabajo. Nace como "genio".

»El camino que te muestro está sembrado de extraordinarias experiencias: personas ya fallecidas, a las que tú conocías en vida, resucitarán ante tí y te hablarán. Se te aparecerán formas luminosas, bañadas de claridad, que te bendecirán. ¡No serán más que imágenes!… imágenes emanadas de tu cuerpo cayendo en una mágica muerte bajo la influencia de tu voluntad transformada, formas que se convertirán de materia en espíritu de la misma manera que el hielo se disuelve en nubes de vapor al entrar en contacto con el fuego.

»Cuando todo lo cadavérico haya sido arrancado de tu cuerpo podrás decir que el sueño se ha alejado de tí para siempre. Entonces se consumará ese milagro que los seres humanos no pueden creer porque no lo comprenden, porque no saben que materia y energía son la misma cosa, el milagro de que, aunque te entierren, no haya cadáver en el ataúd.

»Sólo entonces, y no antes, sabrás distinguir la esencia de la apariencia. Aquel a quien encuentres en esos momentos no podrá ser sino uno de los que te precedieron en el camino. Los demás sólo serán sombras.

»Hasta ese instante no sabrás si eres el más desdichado o el más feliz de los hombres. Pero no temas, ninguno de los que optaron por el camino del despertar fue abandonado por sus guías, aunque se extraviaran.

»Voy a decirte cómo podrás reconocer si una aparición es realidad o es una quimera: si se te acerca mientras tu conciencia está turbada, y los objetos del mundo exterior se confunden o se desvanecen ante tus ojos, entonces no te fies. ¡Tienes que estar ojo avizor!. Porque es una parte de tí… Si no adivinas su significado oculto, no es más que un fantasma sin consistencia, una sombra, un ladrón que roe tu vida.

»Los ladrones que roban la fuerza del alma son peores que los ladrones de la Tierra. Te atraen como fuegos fatuos hacia el pantano de una engañosa esperanza para abandonarte en las tinieblas y desaparecer para siempre.

»No te dejes engañar por ningún milagro aparente que hagan para ayudarte, por ningún nombre sagrado que adopten, por ninguna profecía que puedan enunciar, aunque ésta se cumpliera; son tus enemigos mortales, deshauciados del infierno de tu cuerpo, contra ellos habrás de luchar por la supremacía.

»Las fuerzas que exhiben son las tuyas propias, se han apoderado de ellas para mantenerte en la esclavitud. No pueden vivir más que a costa de tu vida, pero si los vences, se derrumbarán, se convertirán en dóciles instrumentos que podrás mantener a tu antojo. Son innumerables las víctimas que se han cobrado entre los hombres. Repasa la historia de los visionarios y los sectarios, constatarás que la vía que sigues está cubierta de cráneos. De forma inconsciente la humanidad ha levantado un muro contra ellos: el materialismo. Este muro constituye una protección infalible; es un símbolo del cuerpo y al mismo tiempo es una prisión que impide ver lo que hay más allá.

»Ahora, cuando el muro se desmorona lentamente y el fénix de la vida interior renace de sus cenizas, los buitres de otro mundo comienzan también a batir sus alas. Por ello, ten cuidado. Sólo la balanza en la que pesarás tu conciencia te podrá indicar si puedes fiarte de las apariciones, cuanto más despierta esté tu conciencia en mayor medida se inclinará a tu favor la balanza. Si un guía o un hermano espiritual se te aparece, tendrá que hacerlo sin saquear tu conciencia; como el incrédulo Tomás, podrás poner tu mano en su costado.

»Sería fácil evitar las apariciones y sus peligros, bastaría que te comportaras como una persona normal. ¿Pero qué ganarías con ello?. Quedarías aprisionado en la cárcel de tu cuerpo hasta que el verdugo "muerte" te arrastrara al cadalso. El deseo de los mortales de contemplar a los seres sobrenaturales despierta simultáneamente a los fantasmas de los infiernos, porque es un deseo impuro, ávido, porque prefiere "tomar" en lugar de suplicar que se le enseñe a "dar".

»Toda persona que vive en la Tierra como en una prisión, todo ser piadoso que implora su salvación, todos conjuran sin darse cuenta el mundo de los fantasmas. Hazlo tú también. ¡Pero hazlo conscientemente!. ¿Existe una mano que guarda a aquéllos que lo hacen inconscientemente, convirtiendo en islotes los pantanos donde deberían extraviarse inexorablemente?. No quisiera negarlo rotundamente, ya que no lo sé, pero no lo creo.

»Cuando tu camino atraviesa el reino de los fantasmas, te percatarás poco a poco de que no son más que pensamientos que de golpe se han hecho visibles. Esta es la razón de que te parezcan extraños y adopten formas de criaturas, el lenguaje de las formas es distinto del lenguaje del cerebro.

»Entonces habrá llegado el momento de que se lleve a cabo en tí una transformación insólita: las personas que te rodean se convertirán en fantasmas.

»Todos los seres que has amado se convertirán súbitamente en espectros. Incluido tu propio cuerpo.

»Es la soledad más terrible que uno pueda imaginar, la soledad de un peregrino en un desierto donde quien no sabe hallar la fuente de la vida está condenado a morir de sed. Cuanto acabo de decirte está escrito igualmente en los libros de los hombres piadosos de todos los pueblos: la venida de un nuevo reino, la vigilia, la superación del cuerpo y de la soledad.
No obstante, un abismo infranqueable nos separa de estos religiosos, ellos creen que los hombres buenos entrarán un día en el paraíso, y que los malos serán arrojados a las tinieblas del infierno, nosotros sabemos que llegará un tiempo en el que muchos despertarán y serán separados de los que duermen, como los amos se separan de los esclavos. Los que están dormidos no pueden comprender a los despiertos. Nosotros sabemos que el bien y el mal no existen, sino solo la "verdad" y el "error". Ellos creen que el "estado de vigilia" consiste en entregarse a las oraciones, manteniendo abiertos los ojos y los sentidos durante toda la noche, nosotros sabemos que el "estado de vigilia" es un despertar del Yo inmortal, y que la falta de sueño experimentada por el cuerpo es una consecuencia natural de ese despertar. Ellos creen que hay que descuidar y despreciar al cuerpo porque es pecaminoso, nosotros sabemos que el pecado no existe, que tenemos que comenzar por el cuerpo y que hemos bajado a la Tierra para transformarlo en espíritu. Ellos creen que para purificar el espíritu es necesario retirarse a la soledad con el cuerpo, nosotros sabemos que hay que incomunicar primero al espíritu para transfigurar el cuerpo. Sólo a tí te incumbe elegir tu camino, el nuestro o el de ellos. Tu elección debe efectuarse por tu propia y libre voluntad. Yo no tengo derecho a aconsejarte. Vale más cosechar el fruto amargo de la propia iniciativa que seguir un consejo ajeno y contemplar un fruto dulce en el árbol.

»No actúes como tantos que pese a conocer muy bien lo que está escrito: "examinad todas las cosas y conservad de entre ellas la mejor", no examinan nada y conservan lo primero que se les presenta.»

* * *

La página había llegado a su fin, el tema quedó interrumpido. Al cabo de un rato de búsqueda, Hauberrisser creyó haber encontrado la continuación. El desconocido al cual iba dirigido el texto parecía haberse decidido por la "vía pagana de la dominación del pensamiento", porque el autor continuaba su discurso en otro folio bajo el título de:

«"EL FÉNIX"

»En el día de hoy has sido admitido en nuestra comunidad, eres un nuevo eslabón de la cadena que se extiende de eternidad en eternidad.

»Mi responsabilidad termina aquí, pasa a manos de otro a quien tú no puedes ver en tanto que tus ojos no dejen de pertenecer a la tierra.

»Está infinitamente lejos de tí, y sin embargo, está muy cerca, no lo separa de tí el espacio, pero está más allá de los límites del universo. Te rodea por todas partes como el agua rodea al nadador en el océano, pero tú no sientes su presencia.

»Nuestro símbolo es el fénix, el símbolo del rejuvenecimiento, el águila legendaria del cielo de Egipto, un águila de plumaje purpúreo y dorado que tras consumirse en su nido de mirra vuelve siempre a renacer de sus cenizas.

»Te dije que el principio del camino es tu propio cuerpo: quien sabe esto, puede iniciar el viaje en cualquier momento. Ahora te enseñaré a dar los primeros pasos: Debes separarte de tu cuerpo, pero sin querer abandonarlo, desprendiéndote de él como si aislaras la luz del calor. Ahí acecha ya tu primer enemigo.

»Quien se arranca de su cuerpo para atravesar los espacios corre el riesgo de hacer lo mismo que las brujas, que no hacen más que extraer un cuerpo fantasmal de su grosero cuerpo terrestre, y montarlo como una escoba para acudir al aquelarre. La humanidad, con un instinto seguro, se ha forjado una protección contra este peligro: se reserva siempre una
incrédula sonrisa frente a la posibilidad de tales artilugios. Tú ya no necesitas la duda para protegerte, tú tienes en lo que te he dado una armadura mucho más eficaz. Las brujas se imaginan estar participando en el aquelarre mientras que en realidad su cuerpo yace rígido e inconsciente en la habitación. Cambian la percepción terrestre por otra espiritual y dejan escapar lo mejor para ganar lo peor, en lugar de enriquecerse se empobrecen.

»Ya habrás deducido que ese no es el camino del despertar. Para comprender que tú no eres tu cuerpo —en contra de lo que piensan la mayoría de los humanos— debes reconocer las armas con las cuales lucha por dominarte. Es cierto que por el momento estás en su poder, tu vida se apagaría si tu corazón dejara de latir y todo se hace oscuridad cuando él cierra los ojos. Tú crees que te mueves, pero sólo es una ilusión, es él quien se mueve sirviéndose de tu voluntad. Tú crees pensar pero es él quien genera los pensamientos, te hace creer que proceden de tí para que hagas todo lo que quiera. Siéntate erguido y proponte no mover ni un sólo miembro, no parpadear, quedarte inmóvil como una estatua: verás cómo se abalanza sobre tí inmediatamente, lleno de odio, para obligarte a que te sometas nuevamente a él. Te combatirá de mil maneras hasta que le permitas moverse de nuevo, su descomunal furor y su precipitación en la lucha te pueden indicar hasta qué punto teme por su supremacía, y lo grande que debe ser tu poder para que recele tanto de tí.

»Pero tu cuerpo esconde una trampa, pretende inducirte a pensar que es en este terreno, el de la voluntad interior, donde se libra la batalla decisiva por la supremacía, pero esto solamente son escaramuzas en las cuales, si fuera necesario, estaría dispuesto a dejarte vencer con objeto de subyugarte después aún más ferozmente. Los que consiguen la victoria en tales escaramuzas se convierten en los más desgraciados de los esclavos; se toman por vencedores y llevan en la frente un estigma: "carácter fuerte". El fin que tú persigues no consiste en disciplinar tu cuerpo, le prohibes moverse con la única intención de reconocer las fuerzas de que dispones. Dichas fuerzas son numerosísimas, y por ello, casi insuperables.
Podrás sentir cómo las dirige contra tí, una tras otra, si perseveras en esta medida aparentemente tan simple: permanecer inmóvil. Primero experimentarás la potencia de los músculos que tienden a vibrar y temblar, el hervor de la sangre bañando de sudor tu rostro, los latidos violentos del corazón, escalofríos en la piel hasta que el vello se te eriza, vacilar todo tu cuerpo como si el centro de gravedad se hubiese desplazado. Todo esto podrás superarlo a través de la voluntad, pero no será solamente la voluntad: habrá ya un estado superior de vigilia escondido detrás de ella, invisible bajo su yelmo mágico. Incluso esta victoria carece de valor. Aunque llegaras a controlar tu respiración y los latidos de tu corazón continuarías siendo un "fakir", un "pobre". ¡Un "pobre"!, la palabra lo dice todo…

»Los siguientes adversarios que te opondrá tu cuerpo son los escurridizos enjambres de moscas del cerebro, los pensamientos. Contra ellos ya no sirve la espada de la voluntad. Cuanto más la blandas, más furiosamente zumbarán a tu alrededor, y si lograras ahuyentarlos, aunque sólo fuera un instante, serías vencido de otro modo: durmiéndote, en los sueños.

»En vano les ordenarás que se mantengan quietos, sólo hay una manera de escapar de ellos: refugiándote en el estado de vigilia superior.

»La forma de alcanzar ese nivel debes hallarla por tí mismo. Tu sensibilidad tendrá que tantear incesante y cautelosamente, y al mismo tiempo tendrás que exhibir una férrea decisión. Eso es todo lo que puedo decirte sobre el tema. Cualquier consejo que se te diera en relación con esta penosa lucha sería como un veneno. Estás frente a un escollo que nadie, salvo tú mismo, puede ayudarte a franquear.

»No hace falta que ahuyentes los pensamientos para siempre. La lucha contra ellos tiene un propósito claro: llegar al estado superior de vigilia.

»Después de alcanzar dicho estado se te acercará el reino de los fantasmas de que te hablé.

»Surgirán formas espantosas, luminiscentes, querrán hacerte creer que proceden de otro mundo. Pero no serán sino pensamientos que todavía no habrás dominado, pensamientos que adoptan una forma invisible.

»Recuerda esto: ¡cuanto más majestuosa sea su apariencia, más nocivos resultarán para tí!.

»Muchas falsas creencias se elaboraron a partir de estas apariciones, haciendo que la humanidad retrocediera hacia las tinieblas. No obstante, cada uno de estos fantasmas posee un sentido profundo; no son sólo imágenes. En lo que a tí se refiere, y entiendas o no su lenguaje simbólico, son las marcas que señalan el nivel que has alcanzado en tu evolución espiritual.

»La etapa siguiente ya te la mencioné, en ella tus contemporáneos se convertirán en fantasmas ante tus ojos. Esta etapa, como todo lo relacionado con el dominio espiritual, alberga simultáneamente el veneno y el antidoto.

»Si te estancas en el punto de considerar a los humanos como a fantasmas, entonces sólo habrás absorbido el veneno, y serás como aquél de quien dicen las Escrituras: "Si no tienes amor, estás vacío como el metal que resuena". Pero si descubres el sentido oculto en cada una de estas sombras humanas, verás con los ojos del espíritu, y no sólo su núcleo vivo, sino también el tuyo propio. Entonces te será devuelto cuanto te fue quitado, como a Job. Estarás… de nuevo… donde estabas antes, como gustan comentar irónicamente los insensatos. No saben que es muy distinto volver a casa tras una larga estancia en el extranjero que no haber salido nunca de ella.

»Una vez que hayas alcanzado este punto, nadie sabe si se te concederán los poderes milagrosos que poseían los profetas de la antigüedad, o si en lugar de ello encontrarás la paz eterna. Tales fuerzas constituyen un don deliberado de quienes detentan la clave de los misterios.

»Si las recibes y te sirves de ellas, debe ser en interés de la humanidad, que necesita signos así.

»Nuestra vía acaba en la plena madurez, cuando la hayas conseguido serás digno de recibir el regalo de los poderes. ¿Te serán concedidos?. No lo sé.

»Pero de las dos maneras te habrás convertido en un fénx, en tu mano está alcanzarlo por la fuerza.

»Antes de despedirme de tí quisiera enseñarte cómo podrás reconocer un día, en el momento del "gran equinoccio", si estás llamado a obtener el don de las fuerzas milagrosas. Escucha: Uno de aquellos que poseen la clave de los misterios se quedó en la Tierra para buscar y agrupar a los llamados. Al igual que él no puede morir, su leyenda tampoco morirá.
Algunos sospechan que se trata del "Judío Errante", otros lo llaman Elias. Los gnósticos pretenden identificarlo con Juan el Evangelista. Cualquiera que afirma haberlo visto describe su aspecto de modo distinto. No te dejes desconcertar si en el futuro encuentras personas que te lo describan así. Es muy natural que cada uno lo vea de una manera. Un ser como él, que ha transformado su cuerpo en espíritu, ya no está ligado a ninguna forma fija.

»Un ejemplo te mostrará que tanto su forma como su rostro no pueden ser sino imágenes, imágenes que son una fantasmal apariencia de lo que en realidad es.

»Supon que se te aparece como un ser de color verde. El verde, aunque puedas verlo, no es ningún color en sí mismo, resulta de la combinación del azul y el amarillo.

»Esto lo saben todos los pintores. Pero pocos son los que saben que el mundo que nos rodea es como el color verde, que en verdad no es lo que parece ser.

»Deduce de este ejemplo que si se te apareciera como un hombre de rostro verde, ello significará que su auténtico rostro aún no te ha sido revelado.

»Si lo ves tal como es en realidad, es decir, como una forma geométrica, como un sello en el cielo que nadie salvo tú puede ver, entonces sabrás que estás llamado a obrar milagros. Yo lo encontré como un ser de carne y hueso, y pude poner mi mano en su costado. Su nombre era…».

Hauberriser adivinó el nombre. Estaba escrito sobre la página que llevaba consigo constantemente, era ese nombre que se presentaba ante él con tanta persistencia:

"Chidher el Verde"

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